Sección de análisis de temas de actualidad

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COVID-19, Vitamina D, sistema inmune y aislamiento social

La D es una vitamina liposoluble que se presenta bajo dos formas cuya actividad biológica es equivalente: D2, sintetizada en plantas y hongos a partir de ergosterol; y, D3 producida en la piel a partir de 7 deshidrocolesterol (7DHC); en esta nota nos enfocaremos solo en la D3.

La vitamina D se forma en la piel a partir de su precursor, el 7DHC; este proceso es no enzimático, requiere la presencia de rayos ultravioleta B (UVB) y está dividido en dos fases (fase 1: de 7DHC a pro vitamina D; fase 2: de pro vitamina D a vitamina D) [Premisa A. El tono de la piel, mientras más oscura peor, y el tiempo de exposición al sol afectan negativamente la síntesis de vitamina D; mientras que, se ha demostrado recientemente que el uso de pantallas solares no lo afecta (1)]. Una vez formada, la vitamina D es transportada hacia el hígado por la proteína ligadora de vitamina D (vitamin D binding protein, DBP). En el hígado sufre su primera hidroxilación por efecto de la enzima CYP2R1 y es convertida en 25 (OH)D, la principal forma circulante. Cuando, por ejemplo, los niveles de calcio bajan, la vitamina D sufre su segunda hidroxilación y pasa de 25(OH)D a 1,25 (OH)2D por acción de la enzima CYP27B1; esta es la forma hormonal y activa de la vitamina; este proceso se lleva a cabo de manera importante en las células renales, pero también en otras células como las inmunes [Premisa B. Las células inmunes son capaces de producir 1,25 (OH)2D para cubrir sus propias necesidades].

De modo clásico, las funciones de la vitamina D han estado asociadas con la homeostasis del calcio y la salud ósea. Sin embargo, y sin saberlo, también ha sido empleada para el tratamiento de problemas respiratorios como la tuberculosis: cuando no existían antibióticos, el tratamiento incluía la exposición del paciente a la luz solar y la prescripción de aceite de hígado de bacalao rico en vitamina D (2). Estudios epidemiológicos han mostrado que la deficiencia de vitamina D incrementa el riesgo de infección del tracto respiratorio e influenza; esta deficiencia también es prevalente en el paciente con HIV (3). En el 2017, se publicó un metaanálisis que incluyó 25 estudios y 11300 participantes de 0 a 99 años. El objetivo de la investigación era medir el efecto de la suplementación de vitamina D sobre el riesgo de infecciones agudas del tracto respiratorio y los factores que modificaban este efecto. Se encontró que la suplementación de vitamina D reducía el riesgo de infecciones respiratorias agudas en todos los pacientes; aquellos que recibieron suplementación diaria y presentaban un nivel plasmático basal < 25 nmol/l de 25(OH)D fueron más beneficiados que aquellos que presentaban un nivel plasmático ≥25 nmol/l (4).

Como fue citado líneas arriba, la enzima CYP27B1 se encuentra presente principalmente en las células renales; sin embargo, también la podemos encontrar en macrófagos activados, células dendríticas, linfocitos T, B y células pulmonares; en todos estos casos, la concentración y actividad de esta enzima no está regulada por las señales del metabolismo de calcio. Los efectos de la vitamina D están mediados por la unión del 1,25 (OH)2D con el receptor de vitamina D (vitamina D receptor, VDR) que se encuentra en la membrana nuclear de la célula. Cuando se produce esta unión, el VDR activo se une a una isoforma del receptor X de retinoides (retinoides X receptor, RXR) para formar la macromolécula VDR-RXR que estimula una serie de procesos de transcripción que llevan a la activación de la célula y la modulación de la respuesta inmune. Las células del epitelio pulmonar presentan niveles basales elevados de CYP27B1, lo cual favorece la activación de grandes cantidades de vitamina D para su uso exclusivo. Cuando estas células son tratadas con vitamina D incrementan la síntesis del co-receptor de los receptores toll-like (TLR, proteínas que permiten identificar moléculas presentes en agentes infecciosos) y catelicidinas (péptidos antimicrobianos). Además, el tratamiento de las células del epitelio pulmonar con vitamina D también ha generado una disminución significativa de la inducción que ejercen los virus sobre los genes pro-inflamatorios desencadenando una infección menos agresiva.

El avance de la pandemia por COVID-19 nos está obligando, y probablemente lo seguirá haciendo por un tiempo más, a permanecer en aislamiento y confinamiento dentro de nuestras casas; este evento podría afectar nuestra cuota de sol y, por tanto, nuestra cuota de vitamina D [Premisa C. Con menos sol, habrá menos formación de 25(OH)D y en consecuencia menos 1,25(OH)2D]. La principal fuente de vitamina D para lo humanos es aquella producida endógenamente gracias a la exposición al sol (ideal, entre las 9:00 horas y las 12:00 horas y las 15:00 horas y 17:00 horas por un periodo promedio de 20 minutos). La vitamina D producida por este medio, puede permanecer en sangre hasta dos veces más tiempo que aquella ingerida a partir de suplemento nutricional. No obstante, la producción ideal de vitamina D está afectada por decenas de factores entre los que podemos citar estación del año, latitud, tiempo de exposición, color de la piel entre otros tantos (5); por ejemplo, una exposición al sol con muy pocas partes expuestas del cuerpo tiene menos impacto sobre la producción endógena de vitamina D que la exposición en camisa y pantalón de manga corta. En el contexto de la pandemia por COVID-19, la Sociedad Internacional de Inmunonutrición ha propuesto un aporte de entre 400 UI – 2000 UI de vitamina D como medida encaminada a fortalecer el sistema inmune (6). Los alimentos, en general, no son la mejor manera de obtener vitamina D suficiente. Los pescados grasos, como el atún y la caballa pueden contener cantidades importantes que, sin embargo, podrían ser insuficiente sin una adecuada exposición al sol. Los suplementos comercialmente disponibles pueden contener entre 200 UI – 400 UI por dosis.

La pandemia por COVID-19 está creando y creará necesidades diferentes en un mundo diferente. Probablemente de la peor manera posible, pero nuestra labor en el ámbito de la nutrición debería alcanzar una presencia superlativa en las decisiones futuras de la población.

 

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Por Robinson Cruz

*Robinson Cruz es Director General del Instituto IIDENUT. Cuenta con 20 años de experiencia como nutricionista clínico y especialista en Bioquímica aplicada a la Nutrición. En este tiempo ha formado miles de profesionales de la nutrición, ha publicado casi una decena de libros y cientos de comunicaciones relacionadas, entre otras actividades.

 

 

Referencias bibliográficas

  1. Bikle, D., Christakos, S. New aspects of vitamin D metabolism and action — addressing the skin as source and target. Nat Rev Endocrinol 16, 234–252 (2020). https://doi.org/10.1038/s41574-019-0312-5
  2. Aranow C. Vitamin D and the Immune System. Journal of Investigative Medicine & Volume 59, Number 6, August 2011
  3. Martineau A, Jolliffe D, Hooper R, Greenberg L, Aloia J, Bergman P, Dubnov-Raz G, et al. Vitamin D supplementation to prevent acute respiratory tract infections: systematic review and meta-analysis of individual participant data. BMJ 2017;356:i6583
  4. Beard J, et al. Vitamin D and the anti-viral state. Journal of Clinical Virology 50 (2011) 194–200
  5. Nair R, Maseeh A. Vitamin D: The “sunshine” vitamin. J Pharmacol Pharmacother. 2012 Apr-Jun; 3(2): 118–126.
  6. Harbige L, Calder P, Marcos A, Dardenne M, Perdigón G, Perez-Cano F, Savino W, Slobodianik N, Solano L, Valdes R. ISIN position stament on nutrition, inmunity and COVID-19. International Society for Immunonutrition (ISIN). Board members (March 2020).

 

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